lunes, 21 de marzo de 2011

Puente.

Generalmente la palabra "puente" no me aterra tanto ya que mi familia no suele organizar salidas para estas fechas, mi padre prefiere descansar y mi madre trabajar. Yo suelo aprovechar y salir con mis amigos, pasarla realmente bien, "cabecear" todo el fin de semana al son de un buen metal con una cerveza en la mano, ¿qué puede ser mejor?

A pesar de que mis padres nunca organizan esos paseos siempre me intentan asustar con la idea de hacer alguno de esos viajes a una tierra que, generalmente, será caliente, llena de moscos y bichos (animales que aborrezco), sofocante. No se imaginan cuanto odio ese tipo de climas, soy un "bicho de tierra fría", odio el calor, odio montarme en un carro por horas y horas viendo por la ventana: árbol, vaca, vaca, vacas, árbol, tienda de pre-pueblo (tienda ubicada entre dos pueblos, generalmente sobre la carretera), pueblo, vacas otra vez, más árboles, montañas, etc, etc. En realidad lo que más odio es alejarme de ese sentimiento cálido de estar al lado de los amigos, amigos de verdad, oyendo la música por la cual moriría, pasándola bueno, disfrutando realmente cada momento, cantando con todas las fuerzas del corazón cada letra de cada canción, es una cosa que no cambiaría por nada y es algo de lo cual odio alejarme. Odio alejarme de mi hermano, que por muy hermano que es, nunca me acompaña a esos viajes. En fin, odio alejarme del frío, de mis amigos, de mi ciudad.  

Este fin de semana fue puente, y como podrán adivinar, mis padres organizaron un paseo y esta vez sí iba en serio, no era una amenaza. Intenté safarme de él, pero no lo logre, el pretexto era que habíamos comprado un carro nuevo y por lo tanto teníamos que estrenarlo. "¡Que desgracia!" pensé. Nuestro destino era Paipa. Afortunadamente es un paraje frío, si no, no sé qué hubiera hecho. Intenté desquitarme el viernes saliendo con algunos amigos, pero no me duró mucho el desquite. Después de una pelea con mis progenitores me dijeron que si no estaba en la casa a las 9 me tendría que ir a quejar al mono de la pila cuando me castigaran. No dudé ni un segundo de aquella advertencia y a las 9 estaba, puntual, en mi hogar. Al siguiente día salimos a las 6:30am, como sabía el camino fue como ya lo describí: "árbol, vaca, vaca, vacas, árbol, tienda de pre-pueblo (tienda ubicada entre dos pueblos, generalmente sobre la carretera), pueblo, vacas otra vez, más árboles, montañas, etc, etc." Monotono. Entiendo a las personas que me querrán saltar a la yugular por no apreciar un paisaje como esos, por no disfrutar a mi "país", pero en mi defenza diré que sí lo disfruto, sólo que es monotono, nada que hacer, es verdad, pro lo menos para mi. Para poder superar este martiría de 3 ó 4 horas, me sumergí en mi música, no encontré un escape mejor aparte de dormir una larga parte del trecho.

Llegamos. Una vez llegamos todo fue tranquilo, un par de cigarrillos por acá y por allá, me metí a la piscina termal una que otra vez, otros cigarrillos, más piscina, cabalgata, etc. Nada que realmente haya que remarcar. Nada excepto un colosal árbol del cual me hice amigo. Un árbol de 300 años plantado en aquella hacienda en la cual me hospedaba, majestuoso e imponente, sabio.

1 comentario:

  1. Los árboles son los mejores amigos. Long Live Th'Ygdrasil!

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